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Seva Cuentos

Un niño

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

 

Está sentado en el cordón

frotándose las manos

acuñadas entre las piernas.

En sus ojos van acumulándose las nubes

como en un patio baldío los yuyos y las soledades.

Penden de esos ojos dos ojeras

que le jalan cuesta abajo de los párpados.

Resopla y un pamperito le sale de la boca

como primicia de la tormenta

como una sombra del cielo amoratado

en esta esquina de la tierra.

 

Es un niño pequeño el paisaje urbano

un niño que está sentado en el cordón

destemplado

en el silencio que va a romper

sus macanas de agua

contra la ciudad dormida

que va a lavar el paisaje incómodo

gris, indiferente

áspero en cementos y cristales.

 

Invisible

un niño

un niño pequeño

que estaba al borde del cordón

como del sueño

frotándose las manos

hambriento y solitario

como un zapato viejo sin cordones

como un abrigo sin botones

como un plato sucio sin comida

Un niño

solo un niño invisible

un paria

un perro sin collar

sin apellido

un niño al fin descansa

y cae

de la lluvia que se acuesta.

Un niño
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Sospecho a tientas

Sospecho a tientas

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Sospecho a tientas ciego las siluetas,
alcanzo con los dedos lazarillos
las sombras innombrables de los trillos
corriendo desatadas tras sus vetas.

Más luego me detengo en la hornacina
me inquieta, me desvela, me importuna:
Qué manto de impiedad, qué mar de luna
te esconde de mi alma que imagina.

A dónde van los versos cuando rezo
su prédica incurable y sus sonrisas,
¿acaso corren ellos tras la brisa
de sombras en las vetas de tu beso?

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Era

Era

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Lentamente en mis constancias
vuelvo al humo, a mi cigarro
me concentro, me atiborro, me incendio, me incinero
Soy vapor, humo
ascensión, escala, salto, vuelo
Estoy junto a las nubes
la Tierra es toda una y sus ribetes
sin embargo Dios es más alto que los días
más humano que el silencio
más monstruoso que la vida.
Aquí, flotando sobre el mundo
debajo de Dios que es, la misma altura
veo girar los días en su cuadrante
y siento mi suerte de pausa en la desgracia.
El viento me empuja, me arrastra por filosos riscos
se abren filas herrumbradas, las memorias se acantilan.
Y doy contra las rocas de las cimas
Y sangran mis narices, mis costillas, ambos brazos
Y veo entre los valles los cuerpos putrefactos de otros días
en nubes moscardón,
tendidos, deshilachados, ondulantes, agusanados,
sin la bendita sábana de tierra que debería cobijarlos
Repto en el aire, entre las cenizas de un volcán
ese bostezo de piedras y cristales
por entre los reflejos emerge su voz
se agiganta entre las luces vespertinas
se agita acompasada entre los ecos
me vuelvo a todos lados,
ya se ha ido.

Vuelo, sigo volando, diminuto, insignificante
en un paisaje que está chorreando sus colores,
acuarela que está vertiéndose en la melaza de la luz.
Me inmerjan las tinieblas, las nubes carbonilla
Alguien va conmigo
No supe su nombre, era muda, sigilosa
su cuerpo frío se cernió a mi costado
sus dientes castañeaban cada tanto
su melena, olorosa en jazmines
me fustigaba el rostro
Era, ahora me dicen, la Noche.
Me dejó, yo dormía,
cuando desperté no hallé consuelo
Esa misma mañana me creció esta ausencia.

Dios vuelve a agitar los dados
ahora el cielo se llama urbe
y las nubes, colectivos
¡Mi birome, mi cuaderno!
quiero anotar la crónica de mi vuelo,
quiero decir un último sueño
quiero decir la muerte
quiero decir silencio
pero no puedo, es tarde,
Ella ya se ha ido
y yo me he quedado,
me he quedado
mudo.

Dios vuelve a agitar los dados.

Pasa un día que no acaba,
un día sin tregua
un único día infinito en el que yago.

Es cierto, sí, ahora se cómo se llama
Nunca ha vuelto
Era, ¿por qué me lo recuerdan?
La Noche.

Vivo, no, apenas sobrevivo
confinado en este día
atrapado entre el alba y el ocaso
un día que crece y decrece como el mar
sobre costas de arenas y relojes
un sol que me arde desde el cielo
y nunca ceja
Un día que va y vuelve
que se hamaca en el tiempo
que pasa y nunca pasa
un día que alumbra hasta el hartazgo
me constriñe,
me deglute,
me deshuesa,
me devuelve.
un día que alcanza sus fronteras y regresa
y me regresa a esa mañana
esa mañana en que me creció esta ausencia.

Es cierto, sí, ahora sé cómo se llama
Nunca ha vuelto
Era, ¿para qué me lo recuerdan?
La noche.

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Llovizna

Llovizna

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Arrepentido de haber sido
de haberme dejado ser
tan solo en la caída
un fruto sin semilla
un ala sin voluntad
bajando
siempre con la vista
hacia el abismo
y las manos hacia el cielo
furibundo o melancólico
con las retinas hartas
de nubes pariendo tristeza
deshilachando paisajes
oscureciendo caminos
rechazando la alegría
asumiendo que soy
más que agua
el recuerdo de su tránsito
de su fatal destino
el prefacio de la lluvia
la invocación del desánimo…
pienso que tal vez
no existo
que solo voy de sombras
apagando los días
amortiguando las horas
anegando los minutos
restando tiempo a la vida,
inútil vuelo en picada
contra una tierra homicida
un recuerdo que no moja
que no seca
que no asila.

Y así,
renegando de lo que soy
voy cayendo de a tres sílabas
apenas visible
apenas sonora
ahora por ejemplo
por esta ciudad enferma
de cementos y de humos
que se escuda en paraguas y toldos
o ni siquiera
y va al trotecito entre umbrales
o ni siquiera
y apura el paso
o tan siquiera.
Y me usa, me aprovecha
para sacar las macetas al balcón,
para estrenar un felpudo
o peor aun,
para dolerse en mi presencia
como si yo tuviese algo que ver
con ese tiempo de los hombres
que cae y se precipita
y va gastándole la vida,
yo, que existí antes que él
y seguiré siendo
cuando él ya no exista
yo, que tuve que enredarme con la arcilla
para que él tuviera forma.

Como si yo existiera
solo ante sus ojos
o peor aun
dentro de ellos
que solo me ven como líneas
de anteojos gastados
rayando el paisaje,
que solo me oyen como estallidos
de insectos kamikazes
golpeando los cristales
que solo me nombran
cuando soy apenas
un rasguido sutil
en el sutil encordado
de un arpegio transparente.

No soy una idea que moja
Ni una melancolía que cae
Ni una tristeza que se arrastra.

Soy el ciclo del agua
la rompiente de mis nubes
la promesa del diluvio
el apodo de la lluvia.

Soy llovizna
La Llovizna.

No soy un producto utilitario
ni una idea
ni una emoción
ni siquiera soy el nombre,
el nombre que me han dado.
Soy fuera del hombre
antes, durante y después de él.
Mi linaje asciende del cielo
y si me mezclé con la tierra
y si Dios ha soplado entre sus dedos embarrados,
está bien que seas,
igual que yo,
que soy sin necesidad de que me nombres.

Llegará el día en que los hombres
mojen la tierra
y yo me siente a verlos caer
y tal vez me duela, sí,
pensando que son
pedazos de mi mismo
volviendo
soltándose del pasado
para venir a mojarme
a recordarme mejores tiempos,
tiempos en que fui
teóricamente
feliz,
pedazos de mi pasado
mostrándome la vida
que ya me pasó,
mis antiguos amores
con ese brillo hiriente
de recién inaugurados
de envoltorio de celofán
sin abrir
en los escaparates inalcanzables
detrás de la leve cortina de humo
que asciende desde mi cigarro.

Y así, seco
reseco detrás del cristal
veré caer a los hombres grises
rasguñando las paredes
desgarrándose contra la ventana.

Y de seguro pensaré que son
que apenas son
la caída
un retorno débil y sostenido
de pasadas felicidades
vueltas en penas
goteando
encharcando las veredas.

Una tristeza desbordando
con cada hombre que cae
de la comisura de mis ojos
repiqueteando en las veredas
en una queda protesta
repitiendo sus cuatro sílabas,
hu – contra la hoja de un árbol
ma – contra el poste de alumbrado
ni – contra el alero de la tienda
dad – de cara contra una baldosa.

Humaniza sobre el paisaje,
yo creo verla pasar meneándose
entre las gotas en tránsito
de prisa dentro de la carrera de la rutina
pero no es ella… aunque se parece tanto.

Humaniza sobre el paisaje
ruedan hombres por los brazos de los árboles
por la pendiente jaspeada de un parabrisas.
La Llovizna recuerda,
se duele, se lamenta en silencio
envejece de tabaco y cortado
en este café
su estanco vaivén del tiempo.

Humaniza dentro de La Llovizna,
llovizna dentro de los Hombres
y el día se expande
se extiende como una tristeza
sobre el colchón destartalado
de esta vida.

El único pronóstico posible
para sonreír siquiera
sería la amnesia,
pero nunca es total
y yo, que creo verla pasar
meneándose en el tránsito,
pero no es ella… aunque se parece tanto…

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Ángel de la guarda, dulce compañía, no la desampares ni de noche ni de día

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Estamos atrapados dentro de esta nube
jardines de agua rodean la casa.
Ayer dimos con el médico
en su balsa y sin la autoridad que le prestaba el uniforme
nos aseguró jocoso que ella sanaría
y nos fuimos
contentos como pascuas,
pero no ha dejado de toser
ya van dos días
y la fiebre apenas ceja.
Su carita de ángel está entre pálida y gris
como este tiempo
que no llueve pero amenaza.
Y nosotros con los rostros arrugados
que nos prometemos ir de nuevo mañana
a su doctor de cabecera o a cualquier otro.
La cebolla partida flota en la habitación
rompe su ácido oleaje
contra nuestras narinas
como las aguas sobre las paredes perimetrales de la casa.
No llueve pero la amenaza del agua
no ceja
y todo está gris
tiritante
como nuestra chiquita
envuelta entre las sábanas.

Ángel de la guarda...
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La Memoria del Olvido

La memoria del olvido

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Del silencio por la noche rezumado
en porfía los ladridos de los perros
revertebran la memoria que en destierro
se hizo presa de la urdimbre del pasado.

Heraldos que han cruzado por el vado
del Leto y escapado de Cervero
extienden la moneda hacia el barquero
que ciega su mirada a lo exhumado.

Del silencio por la noche conturbado
arrancada a la otra orilla de su entierro
la memoria de cuerpo amoratado.

Residuo gutural su voz cencerro
opaca en el umbral te ha despertado
tramando su mortaja de recuerdo.

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Soneto

 

 

Soneto

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Soneto te detesto porque empatas

tu ardua construcción a mi argumento

y atoras la garganta de alimento
y atascas la fluidez en fe de erratas.

Soneto condición que me arrebatas
de lágrimas suspiros y lamento
de canas verdes de estupor de intento
hincándote en las musas que me matas.

Me voy sin más, martirio que aclimatas
cilicio y peste en la que no escarmiento,
a lo que anudo siempre tú desatas.

Allá en el sur si es que me son innatas
las rimas en candor o movimiento
quisiera descansar de tus sonatas.

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Capricho de la brisa

 

 

Capricho de la brisa

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

Capricho de la brisa que te rosa
en el oscuro abrazo de la sombra
Silente trazo que al pasar te nombra
sobre la faz marmórea de la losa.

A que venirme a ti llorando en glosa
tú al margen de la vida y no me asombra
saberte abriendo paso a lo que escombra
la muerte en avalancha a cada cosa.

Y aunque sé que me engaño amigo espero
cual si al jardín reseco en el cantero
pudiera rebrotarle tu palabra.

Tal vez mañana sí me digo, empero
tu voz que va en partida aunque me esmero
se pierde en la distancia que me labra.

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Pérdida y encuentro

 

 

Pérdida y encuentro

Marcos A. Rodriguez Alemany

 

 

Se me cayó una palabra

como un plato de comida

y en el piso se mezclaron

tu boca, el vidrio y la mía.

 

Se me cayó una palabra,

una palabra indebida,

entre las luces que gimen

yacen tu sombra y la mía.

 

Se me cayó una palabra

como una suerte homicida

que no le vasta matarme

busca tu cuerpo suicida.

 

De quien sabe que rincones

se me cayó esta palabra

a la noche a mar abierto

de tus ojos sin salida.

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